miércoles, 18 de noviembre de 2009
Crónica de una espera anunciada
“No se preocupe, tenga paciencia que los inmortales se hacen esperar”. Esas palabras daban vueltas en la cabeza de Boris Muñoz mientras pasaba la sexta hora de paciente espera sentado en el sofá del lobby en el Mark Hotel.
¿Sigue preguntándose cada mañana frente al espejo quién es y cuál es su lugar en el mundo? –consulto el novel periodista.
Nunca me he preguntado quién soy, porque siempre lo he sabido. Soy el hijo del telegrafista de Aracataca. –sentencio el genial Gabriel García Márquez.
Ya habían tenido un efímero encuentro en la mañana pero un: ¿Para qué me quiere hacer una entrevista? –de Gabo, congelo el momento dejando la plática en duda.
Al final de la tarde, Márquez premio el esfuerzo y dedicación, condensados en una calma espera del novato periodista, concediendo la tan ansiada entrevista.
Sin grabadoras y con serenidad Boris tuvo que aguantar el malhumor del premio Nobel.
De la importancia a la ética al bloqueo de Cuba, de sus pobres inicios a su exitoso presente. Las respuestas las conseguía de a pocos.
La competencia, la rapidez y la magnificación de la primicia son los asesinos de la calidad de la noticia. A veces se olvida que la mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se da mejor. –Sentencia Márquez.
–¿Cómo se ve a sí mismo en este momento?
–Más simpático y más guapo que nunca.
Esta graciosa respuesta contrasta el inicio de la conversación y da fin a una entrevista a con un cansado y menos molesto García Márquez.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario